Cristina Peri Rossi: poesía, cuerpo, exilio

cristina2017Caras y Caretas //María Malusardi
28 setiembre 2020
Sobre Detente, instante, eres tan bello

Opinó Cristina sobre este artículo:

Uno de los artículos más delicados, sensibles y clarividentes sobre mi libro de poemas “Detente, instante, eres tan bello”. Escrito por Maria Malusardi, a quien no conozco.

 

 

La poeta uruguaya acaba de publicar la voluminosa antología Detente, instante, eres tan bello. Un repaso por su obra y los temas que la convocan (siempre el amor, siempre el cuerpo, acaso el destierro) ofrece la oportunidad de abordar a esta voz original y feroz que llama a distinguir las palabras y lo que el lenguaje nombra.

El instante se ampara y se amplifica en el poema. Los versos, como las cuerdas del ring, contienen los movimientos expansivos del lenguaje. Estos movimientos son centrífugos y centrípetos al mismo tiempo. Mientras el lenguaje se absorbe a sí mismo con ferocidad en busca de una tensión que equilibre y contenga, desparrama sentidos. La lectura acaba con un golpe seco que acude al infinito de sí mismo. Todo se acomoda mientras el poema marca su territorio. Y nos espera. Espera a que entremos, permanezcamos en él, duremos allí lo necesario. Acaso algo de esto nos señala el tan atinado título Detente, instante, eres tan bello. Se trata de la poesía reunida (una voluminosa y esperada antología) de Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), que acaba de publicar la editorial cordobesa Caballo Negro. Esta convocatoria –este modo de nombrar desde la tapa, con la cita de Goethe entramada en el maravilloso poema “Asombro”– parece un acierto. Porque, de algún modo, en esa frase se cifra la potencia de todo buen poema: el instante, como medida temporal, corporeizado en el lenguaje que se encumbra en la chispa de lo bello. Una muestra: “Es bueno recordar –frente a tanto olvido–/ que la poesía nos separa de las cosas/ por la capacidad que tiene la palabra/ de ser música y evocación,/ además de significado,/ cosa que permite amar la palabra infeliz/ y no el estado de desdicha”.

Peri Rossi dialoga con la poesía, especula acerca de la poesía, lanza un arsenal de ars poética contra la soledad y el olvido. Y demuestra que la escritura es la rabia estilizada del deseo. Y el deseo es resistir, rescatar, motorizar la palabra sobre, y para, el cuerpo. Pero también es empecinar el cuerpo sobre palabra. “En sus ojos acuosos/ hubiera navegado toda la vida/ si no fuera/ que no tienen orillas.”

EL CUERPO DE LA POESÍA

No se trata de la poesía del cuerpo sino al revés: la posibilidad de que el poema se llene de cuerpo. Se perciba tridimensional en su espacio de aire y nos envuelva. Y accione sobre nuestra vida como un violento masaje. “Si el lenguaje/ este modo austero/ de convocarte/ en medio de fríos rascacielos/ y ciudades europeas/ Fuera el modo/ de hacer el amor entre sonidos/ o el modo/ de meterme entre tu pelo.” El cuerpo está presente en el lenguaje y a la vez el lenguaje va dándole movimiento al cuerpo en el poema. Y a la vez el poema conforma lo corporal de sí hasta hacerse su lugar. Rasgo notable en la poesía de Peri Rossi la presencia de lo corpóreo, lo corporal, los cuerpos. Los que llegan, los que están, los que se van, los que se pierden, los que se enferman, los que se entrelazan y se tocan. Todos, en definitiva, cuerpos del amor. “Salimos del amor/ como de una catástrofe aérea/ Habíamos perdido la ropa/ los papeles/ a mí me faltaba un diente/ y a ti la noción del tiempo/ ¿Era un año largo como un siglo/ o un siglo corto como un día?/ Por los muebles/ por la casa/ despojos rotos:/ vasos fotos libros deshojados/ Éramos los sobrevivientes/ de un derrumbe/ de un volcán/ de las aguas arrebatadas/ Y nos despedimos con la vaga sensación/ de haber sobrevivido/ aunque no sabíamos para qué.”

En 1971, la autora uruguaya publicó su primer libro de poesía cuyo título, Evohé, alude al grito de las bacantes para invocar al dios festivo. Así comienza uno de sus textos: “La mojo con un verso,/ y ella, húmeda de mí,/ rencorosa, me da la espalda.” Eran otros tiempos y su osadía para extender y enredar cuerpos de mujeres entre sí con absoluta naturalidad resulta asombrosa. El cuerpo de la mujer y la palabra como cuerpo traman uno de los ejes fundamentales de toda su obra poética. “En las páginas de un libro que leía, perdí a una mujer/ En cambio, a la vuelta de la esquina, he hallado una palabra.” La caricia lésbica, su erotismo, se presenta con la belleza de lo inesperado y lo perdido: “No conoce el arte de la navegación/ quien no ha bogado en el vientre/ de una mujer, remado en ella,/ naufragado/ y sobrevivido en una de sus playas.”

EL CUERPO DEL EXILIO

Se necesita de un cuerpo para abandonar la casa. Se necesita de un cuerpo para recibir amenazas y desaparecer. Se necesita de un cuerpo para escapar y salvarse. “Tengo un dolor aquí,/ del lado de la patria.” En 1972, Peri Rossi tomó un barco y llegó a España. Desde entonces, vive en Barcelona. El exilio no se elige. No tiene solución ni reparo. Y es puro cuerpo a la deriva o “inmovilidad de los barcos”.

Por eso la poesía, cuerpo del naufragio, margen de los márgenes. Que hace del lenguaje un corazón político, el ritmo de la rebelión. “Ninguna palabra nunca/ ningún discurso/ –ni Freud  ni Martí–/ sirvió para detener la mano/ la máquina/ del torturador./ Pero cuando una palabra escrita/ en el margen en la página en la pared/ sirve para aliviar el dolor de un torturado,/ la literatura tiene sentido.”

Una lírica de la zozobra, sí, pero aireada, fresca, descomprimida y punzante. Una lírica de viento segando las asperezas, los errores de los cuerpos, las humedades de los espacios rotos. La poesía de Peri Rossi, como se puede apreciar, no está exenta de humor, ese tono que dulcifica la pena y la costumbre absurda de vivir. “Quisiera que mi tumba estuviera en un parque/ –no muy lejos de otras tumbas–/ lleno de pájaros/ y de niños que juegan en la hierba./ Una ardilla podría pisarla/ o un globo de aire sobrevolarla./ Me gustaría, también,/ que fueras a conversar conmigo,/ los sábados por la tarde.”

 

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