Una amistad literaria y algo mas

cub_CORTAZAR_MaquetaciÛn 2

Artículo publicado en

LA VANGUARDIA

Miércoles 10 agosto 2014

Por: Laura Freixas

Cuando, en 1972, Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) tuvo que salir huyendo de su Uruguay natal, perdió “un gran amor, la revolución, mi casa, mis libros, mis alumnos, mi ciudad y mi pasado”. Pero el exilio, que tanto le quitó, también le dio. Con él ganó una ciudad: Barcelona. Que estaba entonces en su mejor momento, intelectualmente hablando: era la época de la gauche divine y del boom latinoamericano, que acaba de retratar Xavi Ayén en un libro estupendo, Aquellos años del boom (Premio Gaziel de biografías y memorias). Peri Rossi no terminó de integrarse en ninguno de los dos grupos, que eran básicamente masculinos y solo acogían mujeres que o bien eran esposas de alguno de sus protagonistas, o venían arropadas por la catalanidad, la clase social, el dinero (caso de Carmen Balcells o Esther Tusquets).

Mujer heterodoxa, lesbiana, pobre, de vocación solitaria, Peri Rossi siempre fue una outsider. Pero un día, y este sería otro inesperado regalo del exilio, recibió una carta firmada, para su estupefacción, por uno de sus escritores más admirados: Julio Cortázar. Con la simpatía, la generosidad y la humildad que siempre le caracterizaron, Cortázar, residente entonces en París, le dice: “Yo estaba escribiendo una novela que se iba a llamar El libro de Manuel y voy y me topo con el tuyo, que se llama El libro de mis primos, y me di cuenta de que mi libro era uno de tus primos”…

Pronto se conocerían, y empezaría entre ellos una intensa amistad que iba a durar quince años, y que sería a la vez literaria, personal y, por parte de él, con un componente amoroso… frustrado: “Creo que no te quiero / que solo quiero/ la imposibilidad tan obvia de quererte”, apunta en uno de sus Poemas a Cris. Alternando su propio relato y fragmentos de las cartas que cruzaron, Peri Rossi nos habla de vacaciones compartidas en Mallorca, de los amores de Julio, de fútbol y boxeo, del Parque Güell, de “disciplinas oscuras” (alias ciencias ocultas), de Barcelona como “ciudad bipolar”, del “cosquilleo” que sienten las o los escritores cuando les ronda la idea de un cuento (o poema o novela), y de la enfermedad que mató a Cortázar: una extraña inmunodeficiencia aparecida a raíz de una transfusión sanguínea. Entonces todavía no se había identificado el sida.

El valor de la obra literaria de Cortázar siempre fue discutido (Xavi Ayén nos recuerda que Valverde le consideraba “un Borges de segunda, o sea un Kafka de tercera” y Benet le tildaba de “chabacano”), pero en cambio, no cabe duda de su atractivo personal. “A Julio se le recuerda no solo con admiración literaria, sino con cariño. A Borges, solo con respeto literario”, apunta Peri Rossi. Ella ya había evocado su relación con él en un libro de la colección Vidas literarias, que dirigió Nuria Amat para la editorial Omega en el año 2000. Julio Cortázar y Cris reproduce aquel texto y lo amplía con una segunda parte, en la que la autora se dirige a su amigo después de la muerte de éste.

El libro es oportuno no solo porque el de Omega desapareció hace tiempo de las librerías, sino porque el año pasado se celebró el cincuentenario de Rayuela (1963), que muchos consideran el pistoletazo de salida del boom, y 2014 marca el centenario del nacimiento de Cortázar. Se inscribe, por otra parte, en un curioso subgénero: el de las memorias de mujeres en las que éstas, aun teniendo obra propia, no hablan tanto de sí mismas como de su relación con un hombre famoso, caso de La ceremonia de los adioses de Simone de Beauvoir, Éramos unos niños de Patti Smith o Must you go? de Antonia Fraser, (co)protagonizadas respectivamente por Sartre, Mapplethorpe y Harold Pinter.

El mismo título, en el que él Cortázar aparece con nombre y apellido y Peri Rossi con un diminutivo, subraya esa impresión de que él es el único importante. Pero las y los lectores de esa gran escritora que es Cristina Peri Rossi sabemos que no es así, y seguimos esperando las memorias que sentimos, Cristina, dicho sea con toda admiración y cariño, que nos debes.

Deja un comentario